¿A qué edad podemos comenzar a enseñarle
meditación a un niño?
Ven. Henepola Gunaratana Nāyaka Thera
Pienso que podemos enseñarle meditación a un niño mientras aún se encuentra en el vientre de su madre. Esto es, la madre medita, y cuando una madre medita, el bebé en su vientre siente mucha paz y calma. Cuando la madre está agitada, emocionada, nerviosa, tensa, el bebé capta ese nerviosismo, esa tensión.
Si cuando el bebé nace la madre lo amamanta con un nivel meditativo muy calmo y pacífico, su bebé será muy calmo y pacífico. Siempre se corresponde con la conexión con la madre.
A la edad en la que el niño puede sentarse, la madre puede ponerlo en su regazo y meditar. La madre siente que su respiración y la del bebé fluyen juntas en armonía, y esa cálida sensación, esa conexión entre la madre y el niño se consolida, y el bebé se siente muy cómodo. Las madres meditadoras siempre tienen niños tranquilos.
Y entonces, cuando el niño puede gatear y sentarse junto a la madre y ella medita, el niño se sentará y caerá dormido en su regazo. Eso también está bien.
Cuando el niño tiene alrededor de cuatro o cinco años está listo para aprender algunas lecciones simples de meditación. De modo que la madre puede hacer que el niño se siente a su lado y darle instrucciones muy simples: «Siéntate en silencio, cierra tus ojos y respira lentamente». Puede que el niño se duerma enseguida, pero, a pesar de eso, esa instrucción es muy, muy importante. De esta manera, lenta y gradualmente, entrenamos al niño en la meditación.
Una vez, en el Washington Vihāra, le enseñé a meditar a una pequeña de cuatro años. Todo lo que hice fue hacerla sentarse frente a mí; entonces, yo tañía una pequeña campana y le hacía permanecer sentada por un minuto. Después de eso, ella se levantaba y corría por todos lados por quince minutos. Luego tocaba la campana nuevamente para que la niña regresara y se sentara por otro minuto. Mientras la pequeña se sentaba con sus ojos cerrados por un minuto, yo le hablaba muy suave y dulcemente. Después sonaba la campana y ella se levantaba a jugar de nuevo. Me pasaba una hora entera para hacerla sentar por cuatro minutos. Cuando llegó a los doce años, era capaz de sentarse con los adultos por media hora. Muchos, muchos años después, fui a Colorado Springs para conducir un retiro. El organizador me dijo: «Bhante, alguien quiere verlo». Durante un breve descanso vi a esta muchacha –ahora una joven señora casada con su propia hija de cuatro años. Ella oyó que yo estaría allí y quiso presentarme a su hija. Y ambas estaban meditando. De modo que podemos ver cuan lejos llega nuestra buena obra.
En conclusión, no hay un momento en particular para enseñar meditación a los niños. Se puede comenzar a cualquier edad y debemos dedicarle nuestro tiempo.